Anatomía de las PFAS
Luc Olivier, CFA y gestor de fondos de La Financière de l’Echiquier
PFAS es la sigla inglesa bajo la que se esconden las sustancias perfluoroalquiladas y polifluoroalquiladas, unas moléculas químicas que reciben el calificativo de «contaminantes eternos». Su gran resistencia es una propiedad que ha contribuido al desarrollo de numerosos sectores industriales desde la década de 1950. Productos textiles, envases alimentarios, cosméticos, semiconductores, tintas, sartenes antiadherentes o incluso dentífricos… estos contaminantes eternos están por todas partes. Persistentes y robustos, se acumulan dentro de nuestros ecosistemas, en el aire y en el agua. Su concentración es tal que se ha convertido en un problema social y económico: el coste de las consecuencias sanitarias de la contaminación atmosférica, a las que contribuyen las PFAS, se cifra en más del 6 % del PIB mundial[1]. Las empresas están desplegando soluciones innovadoras a la vista de la interrelación que manifiestan los diferentes desafíos, sobre todo en materia de pérdida de biodiversidad, cuya principal causa en Europa es la contaminación[2]. Algunas se apoyan en la inversión de impacto, principalmente mediante estrategias de inversión e iniciativas de diálogo.
Conscientes de los retos e impactos derivados de las PFAS en materia de biodiversidad, algunas empresas pioneras contribuyen a la investigación y el desarrollo de soluciones que aspiran a reemplazar los contaminantes eternos. Es el caso de Kemira, una empresa química finlandesa que despliega sus conocimientos junto con 11 socios industriales y de investigación en el marco del proyecto ZeroF. Financiado por la Unión Europea, así como la Secretaría de Estado para la Formación, la Investigación y la Innovación del gobierno suizo, y sostenido por 9 países, el proyecto ZeroF tiene como objetivo proporcionar alternativas viables a los contaminantes eternos y, al mismo tiempo, dar respuesta a las reticencias de la industria y los consumidores. Veolia es una empresa pionera en estos retos que anunció el pasado mes de abril el lanzamiento de su trigésimo proyecto de planta de tratamiento de PFAS. Este nuevo programa, ubicado en el estado de Nueva York, contribuirá a suministrar agua con niveles inferiores a los umbrales regulatorios a más de 140 000 estadounidenses gracias a la utilización de tecnologías como el carbón activo y el nanofiltrado. Veolia, que es líder en este sector, está desplegando también su experiencia en Europa mediante el análisis a gran escala del agua que se suministra a los consumidores.
Cada vez se movilizan más empresas y estados. Así, la Agencia Europea de Sustancias y Mezclas Químicas abrió el pasado mes de marzo una consulta, principalmente a instancias de Alemania y Países Bajos, con el fin de prohibir las PFAS en la Unión Europea. La Agencia de Protección del Medio Ambiente de EE. UU. se inscribe en la misma dinámica y está desplegando nuevas normas que contribuirán a reducir la exposición de casi 100 millones de personas.
Conscientes de la importancia de los retos, algunos actores pioneros de la industria de la gestión de activos también están movilizándose a través de iniciativas de diálogo y exclusión, como LBP AM, grupo en el que está integrada La Financière de l’Echiquier (LFDE). Así, LBP AM puso en marcha en julio de 2023 un programa de due diligence a cargo de Camille Bisconte De Saint Julien, responsable de Derechos Humanos. Este programa está formado por cuatro compromisos: poner fin al impacto, remediar el impacto, consultar y comunicar y poner en marcha políticas específicas sólidas. Esta movilización contra los contaminantes eternos pone el foco de forma prioritaria en las empresas productoras, que se encuentran en el origen de esta contaminación.
Ante la confluencia de los retos, consideramos que es crucial el papel de la inversión de impacto cotizada, que está contribuyendo actualmente, y lo hará a mayor escala en el futuro, a dirigir capitales hacia empresas comprometidas con la búsqueda y el desarrollo de soluciones alternativas respetuosas con la biodiversidad. Su función es decisiva.